sábado, 15 de junio de 2019

ROJAVA: REALIDAD Y RETÓRICA 3

GILLES DAUVÉ & TRISTAN LEONI / 2015
Traducido por A.K. y Agintea Hausten.
Publicado originalmente en Troploin en febrero de 2015



La nación tiene un nuevo rostro
Los movimientos de liberación nacional del siglo XXI difieren significativamente de lo que fueron
cuando el colonialismo tocaba a su fin y la Guerra Fría entre los EE.UU. y la URSS se
materializaba en guerras locales por la hegemonía, con un amplio despliegue de alianzas cambiantes
y millones de muertes. El pueblo kurdo pagó un precio aún más caro por ello, ya que los kurdos
están divididos entre cuatro países. Aun así, el cambio en el programa nacionalista no se debe a
consideraciones humanitarias, un compromiso con la no-violencia o la lectura de una teoría
verdaderamente crítica. Más bien al hecho de que su programa original había quedado obsoleto.
En resumidas cuentas, una vez en el poder, el típico programa de frente nacional habría de ser la
herramienta para romper amarras con el poder dominante (en Oriente Medio sería Reino Unido
hasta los años 40 y más tarde EE.UU), buscar ayuda en su rival (la URSS) y llevar a cabo un
desarrollo endógeno dirigido por el Estado, basado en una agricultura colectivizada y en la industria
pesada. Al menos, así era en teoría. Dondequiera que no hubiera burguesía, o hubiera una débil, los
movimientos de liberación nacional optaba por un capitalismo burocrático en vez de por uno
burgués, buscando referentes en Marx y Mao, y no en Adam Smith y Keynes, e instalando un
régimen dictatorial dirigido por un partido supuestamente de los trabajadores o del pueblo. Se
consiguió así más dictadura que desarrollo, pero eso ya es otra historia. De todas maneras, con la
desaparición de la URSS y la llegada de la globalización, todo esto se hizo poco práctico. Por ello,
después de abogar por el Marxismo-Leninismo, el Guevarismo y el Tercermundismo, los
movimientos de liberación nacional adoptaron su propia versión del alter-globalismo. El descrédito
del socialismo nacional llevó al nacionalismo étnico, el cual, en el caso del PKK, mutó en el
reclamo de una nación multiétnica. Lógicamente, esta nueva línea también fue adoptada por la rama
del PKK en Siria, el PYD.
Como cualquier movimiento político, un movimiento de liberación nacional se provee de ideología,
de aliados y de objetivos a los que puede apuntar, y los modifica según convenga a sus intereses. En
1903, en su 6º congreso, conocido como ‘el congreso de Uganda’, el Sionismo aún se debatía ante
la posibilidad de ubicar la patria judía en África. En 1914, Pilsudski no eligió entre lo correcto o lo
incorrecto: apoyó lo que consideró mejor para la causa de la independencia polaca, y cambió de
bando según la suerte de la guerra. La lealtad de un nacionalista no es hacia una clase o credo, sino
tan solo hacia lo que considera como ‘su pueblo’ y hacia su propio papel como el líder de ese
pueblo. Las lealtades fluctúan y las doctrinas también.
No se debe juzgar a un libro ni a un movimiento de liberación nacional por su portada. En la
práctica, los cuadros del PKK apoyarán a un terrateniente o un patrón si estos gozan de influencia
en la zona. También defenderán huelgas u organizarán protestas si ello les ayuda a unir gente a su
causa. Aquí se pondrán del lado de formas de religión rígidas, y allá del lado de la tolerancia. Hoy
aparecerán como tradicionalistas, y mañana como modernizadores. Y esto es lo que se llama
política: el PKK apoyará lo que incremente su poder de base. En los días que reclamaba ser parte
del socialismo mundial, no se detuvo en herejes como Pannekoek o Mattick, y tomó por referente al
exitoso Marxismo-Leninismo. Cuando ahora abraza la ideología libertaria, no bebe de Makhno,
sino que prefiere una versión más aceptable, y probablemente la más moderada de todas hoy en día:
la doctrina de Bookchin, que condimenta el municipalismo socialista del siglo XIX con
autogobierno y ecología.
Se trata de una opción bastante sensata. El PKK ha tenido que reducir sus ambiciones y el
confederalismo democrático es la única ideología política válida para un partido que tiene que
arreglárselas con Estados y fronteras, porque no puede anhelar crear el suyo, con sus propias
fronteras, lo que significaría forzosamente redibujar los límites de al menos dos países vecinos.
Haciendo de la virtud una necesidad, el PKK se ha deshecho de las referencias a la ‘clase’ y el
‘partido’ y promueve la autogestión, la cooperación, el comunalismo (que no comunismo), antiproductivismo
y género. David Graeber se regocijaba sobre el hecho de el pueblo de Kurdistán
puede que se estuviera leyendo en estos momentos a Judith Butler. Lo cuál es una observación muy
precisa: la deconstrucción del sujeto político (del proletariado como agente histórico), la
priorización de las identidades, la clase reemplazada por género… el PKK ha virado, sin lugar a
dudas, del marxismo al postmodernismo.
Hablar de un ‘no-Estado’’ es jugar con las palabras. El PKK no ha renunciado al objetivo de todo
movimiento de liberación nacional. Aunque se cuide de no usar una palabra que suene demasiado
autoritaria, aún aspira a crear un aparato centralizado de toma de decisiones en el territorio kurdo
¿Qué mejor palabra para ello que Estado? El desarrollo de dicho Estado sería tan democrático bajo
el control de sus ciudadanos, que no merecería el nombre de Estado. Hasta aquí en cuanto a
ideología.
En el mundo real, el objetivo de una fuerte autonomía interna, junto a una vida horizontal y
democrática no es algo completamente irrealizable. Esta es la condición de cierto número de
regiones en el Pacífico: el gobierno central no se preocupa por que los nativos mantengan su
sociedad y costumbres rurales, se autoadministren en gran medida, vivan de una economía basada
en la subsistencia o caigan en la pobreza. Todo ello, mientras no molesten a los demás. Tan pronto
como los recursos mineros o petrolíferos estén en riesgo, todo cambia, y si es necesario, se trae al
ejército, tal como ocurrió en Papúa Nueva Guinea. Somalia tiene bastantes atributos compartidos
con un Estado (policía propia, economía y moneda), excepto que ningún otro Estado la reconoce
como tal. En Chiapas (cuya situación a menudo es comparada con Rojava), los zapatistas han
estado sobreviviendo durante veinte años en una semi-autonomía regional en la cual salvaguardan
sus costumbres y cultura sin molestar al Estado Federal mejicano, mientras se queden donde están.
El levantamiento zapatista es tal vez el primero de la era de la alterglobalización, ya que no buscaba
asegurar la independencia o transformar un país entero, sino preservar una forma de vida
tradicional.
En cuanto a los kurdos, no viven pacíficamente en una isla. Muchos de ellos habitan en ciudades y
viven (des)afortunadamente sobre grandes yacimientos de petróleo, lo cual deja los asuntos
mundiales y monetarios lejos de su dominio, con una región desgarrada por conflictos sin final y
gobernada por dictadores. Ésto deja un margen escaso para Rojava… o un lugar muy pequeño y
dependiente: su viabilidad económica es baja, pero no inexistente, gracias a posibles ingresos del
petróleo en el futuro. El oro negro ya ha creado países títeres como Kuwait, un estado rentista que
se apoya en su riqueza subterránea, y el micro-Estado kurdo en Irak le debe su existencia
exclusivamente a sus pozos petrolíferos. En otras palabras, el destino de Rojava depende menos de
la movilización de sus gentes que de la interacción de los poderes dominantes y sus grandes
negocios.
Como el PKK ya no reivindica su propio estado (que tampoco puede tener), reclama las el
autogobierno de las regiones kurdas federadas dentro de varios estados, comenzando por Siria (cuya
“integridad territorial” reconoce el Contrato Social de Rojava). Queda por ver qué implicaría para
la población una confederación de tres o cuatro zonas transfronterizas a lo largo de al menos tres
países. Estas autonomías coexisten y no se desprenden de la estructura política central que las une.
En ninguna parte ha ocurrido que zonas transfronterizas, como la Línea Oder-Neisse en Europa,
hayan disminuido el poder estatal. El aparato central de la “ley y el orden” delega algunas de sus
competencias a las autoridades locales. Es así como funciona un Estado moderno.
“La construcción de una nación democrática”
Las palabras no lo son todo pero en política ciertamente cobran una gran importancia. Los
redactores del Contrato Social de Rojava querían evitar el término Constitución, ya que les
recordaba a las revoluciones estatistas, pero la terminología que escogieron proviene de la
Ilustración del siglo XVIII. En su búsqueda de las raíces del pensamiento antiautoritario,
puentearon a Bakunin y se quedaron en Rousseau. Por eso su Contrato Social se asemeja más a la
versión modernizada de la declaración de intenciones de la burguesía revolucionaria del pasado.
Esto ocurre en 2014, por lo que el preámbulo del Contrato Social toma en cuenta ‘la igualdad y la
estabilidad medio-ambiental’ y aboga por ‘una sociedad libre de autoritarismo, militarismo,
centralismo y de intervención de la autoridad religiosa en los asuntos públicos’. Este último punto
es contradictorio con el artículo 86, que dice que los miembros de la Asamblea Legislativa tomarán
juramento del cargo ‘en nombre del Dios Todopoderoso’’. Recordemos que hasta 1888 los
miembros del parlamento británico, la Casa de los Comunes, debían prestar un juramento que
excluía a los disidentes protestantes, católicos y ateos.
Pero vayamos al cogollo del asunto. En lo esencial, Rojava se ha de basar en la ‘coexistencia mutua
y pacífica y el entendimiento entre todas las ramas de la sociedad’’. Ramas, estratos, grupos
sociales, clases… La traducción del francés es capas (“couches”). Con eso, obviamente, no
debemos malinterpretar que Rojava esté desprovista de divisiones sociales. Simplemente significa
que mientras sean ciudadanos de Rojava, todos sus habitantes pueden y deben vivir juntos en paz.
No se menciona la lucha de clases en este documento, que se asemeja más que nada a una
constitución democrática.
Rojava tiene el discurso de una revolución burguesa. En 1789, la Declaración de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano, recogía explícitamente ‘la resistencia a la opresión’, pero llevaba implícito
el derecho a la propiedad. La Libertad era completa… dentro de los límites de la Ley. En Rojava
ocurre lo mismo: el artículo 41 recoge el ‘derecho de uso y disfrute de la propiedad privada’
excepto ‘por razones de utilidad pública o interés social’. (N. del T.: Similar al artículo 128 de la
Constitución Española de 1978). Lo que ‘propiedad’ significa en términos sociales no es que
cualquier persona esté autorizada a la posesión de su ropa, habitación o bicicleta. Significa que
aquellos que poseen los medios de producción pueden contratar el trabajo de aquellos que tienen en
posesión su propia ropa, habitación o bicicleta. En eso consisten las clases sociales.
Una vez se establece el marco social, ya sea en Francia en 1789 o en Rojava en 2014, ya se puede
prometer o asegurar casi todo lo demás: ‘separación de poderes’, ‘justicia independiente’,
‘equilibrio medioambiental’, ‘libertad de expresión’, el‘derecho inviolable de las mujeres a
participar en la vida política, social, económica y cultural’, la ‘eliminación de la discriminación de
género’, el ‘derecho de reunión pacífica, protesta pacífica, manifestación y huelga’, que los
‘recursos nacionales’ sean considerados como ‘riqueza pública’ y que los ‘procesos de extracción(..)
sean regulados por ley’’, ‘’que toda edificación y tierra sean de propiedad pública’’, que por lo
menos haya un 40% de mujeres en ‘todos los órganos de gobierno, instituciones y comités’, la
abolición de la pena de muerte, del trabajo infantil, la garantía del derecho a ‘asilo político’, la
seguridad de que ‘ningún civil podrá ser juzgado ante tribunal militar o tribunales especiales o ad
hoc’ y que ningún registro de casa podrá tomar lugar bajo unas garantías apropiadas. Asegura un
sistema educativo carente de ‘principios racistas o chovinistas’, la ‘separación de religión y el
Estado’ (a pesar del juramento…). En caso de emergencia ‘se podrá recurrir a la ley marcial,
pudiendo ser revocada por una mayoría cualificada de 2/3 del Consejo Ejecutivo’. Esta decisión
‘deberá ser presentada y adoptada por unanimidad por la Asamblea Legislativa’’. Además, uno de
los 22 Cuerpos del Consejo Ejecutivo se especializa en ‘la igualdad en la familia y entre géneros’’.
Como salvaguardia contra la dominación kurda sobre las minorías árabes, asirias, armenias y
chechenas, Rojava se compromete a fomentar la ‘unidad en la diversidad’ multiétnica. Aquí, de
nuevo, resuena el eco distante de la revolución democrática: E pluribus unum (‘unidad en la
diversidad’), lema presente en el escudo de EEUU desde 1782, y de hecho lema nacional, hasta que
el congreso adoptara ‘In God we trust’ en 1956. ¿Puede Rojava ser más ‘secular’ que la América
contemporánea?
La gobernanza moderna políticamente correcta no puede reclamar más que esto (tan sólo faltarían
los derechos de los animales). Pero a pesar de todo no hay omisiones y vemos cómo se habla del
reclutamiento forzoso: todo ciudadano de Rojava puede ser llamado a prestar el servicio militar. Así
sería una de las prerrogativas de un Estado que espera que aquellos bajo su protección o mando
sirvan en su ejército. De hecho, no es un ejército como tal, sino que se denomina como las
‘Unidades de Protección Civil’ (YPG) que tan solo actúan como fuerza de ‘autodefensa’ contra
‘amenazas internas o externas’’: como sabemos, cualquier poder político hace un uso amplio de la
noción de amenaza interior.
“Sin exagerar, es la constitución más democrática que la gente de esta región ha tenido nunca’’
(Sardar Saadi). Y es bastante cierto. El Contrato Social define una sociedad de iguales ante la ley:
cada hombre y mujer solo se interrelaciona con sus iguales. La división social se deja aparte, no
existiendo ya ricos y pobres, burgueses o trabajadores: solo ciudadanos con igualdad de derechos:
“un sistema democrático burgués que se llama confederación’’ (Zafer Onat). La Democracia es el
sistema político más adecuado para reconciliar a un pueblo socialmente dividido.
Las ‘zonas de autogestión’ no puede ser creadas por ley. ¿Cuál es el estado de las cosas sobre el
terreno?
Observadores y visitantes de todos los colores políticos han advertido intensos cambios en la vida
cotidiana. En primer lugar, hay una dispersión del poder en una multitud de iniciativas gestionadas
de manera local y la administración de los pueblos se lleva a cabo de manera colectiva. También
existe un esfuerzo por recoger y diseminar el conocimiento local (relacionado con la medicina, por
poner un ejemplo) y por volver a vincular a las personas con la naturaleza. Los exámenes se han
visto sustituidos por una educación interactiva, se pone en marcha el mutualismo en las escuelas
para salvar la brecha alumno/profesor, se fomenta la vida comunal en la universidad (hombres y
mujeres), los comandantes de las milicias son electos, hay un nuevo enfoque a la sanidad, con
énfasis en métodos más preventivos y holísticos que tratan cuerpo y mente a la vez (bajo el
principio de que la reducción de estrés puede paliar otras enfermedades), y una justicia administrada
en cada pueblo a través de un comité de hombres y mujeres que media en los conflictos, decide
sobre la sentencia y trata de reintegrar y rehabilitar al infractor. En otras palabras, un esfuerzo por
abolir las separaciones. Gran parte de lo que quieren implementar los reformistas y radicales en
Europa está siendo experimentado en Rojava ya mismo.
Tal vez la transformación más notable afecta a las relaciones entre sexos. Las escuelas
coeducacionales son la norma. Las mujeres ya no se quedan en casa todo el día, las reuniones han
de contar con al menos un 40% de presencia femenina, todos los órganos tienen dos directores,
femenino y masculino, se fomenta el empoderamiento como parte de la cosmovisión de la mujer e
incluso se incluye un nuevo campo de conocimiento, la jinología (ciencia de la mujer). A pesar de
que el feminismo ha sido fuerte en el movimiento de liberación kurdo durante largo tiempo, estos
cambios no son pequeñas innovaciones para Oriente Medio, y en algunos aspectos, la igualdad de
sexos parece más avanzada en Rojava que en Europa.
En el terreno económico, Rojava trata de alcanzar un desarrollo propio óptimo. Bajo el mandato
sirio, la zona tenía petróleo, pero carecía de refinerías, así como trigo, pero no molinos para molerlo
y hacer harina. El énfasis se pone ahora en la autosuficiencia.
Pero las apariencias engañan. Como todos los profesionales de la política curtidos, el PKK y PYD
dominan el arte de proyectar la imagen positiva de sí mismos que en el exterior se quiere ver.
También es natural que los locales intenten impresionar a los visitantes destacando los aspectos más
exitosos de su movimiento. Por supuesto, no es todo fachada. La auto-organización ha mejorado la
vida diaria de una población anteriormente reprimida y desatendida.
Las asambleas públicas se reúnen de manera regular, con la asistencia de varios cientos de personas,
que no permanecen sentadas sin más, sino que toman un papel activo, con una preocupación
generalizada (y por lo menos parcialmente puesta en práctica) de los escalafones más bajos por
mantener el control sobre los de arriba.
Arriba y abajo. Esto nos acerca al quid de la cuestión. ¿Qué es lo que está siendo debatido? ¿Qué
tipo de decisiones toman los consejos? ¿Toman decisiones sobre problemas mayores o menores?
La respuesta está en la pregunta. El sistema de consejos de Rojava es paralelo a un gobierno
transicional (y es bien sabido que las transiciones pueden ser eternas) que organiza una guerra,
negocia con países extranjeros, reorganiza la recolección de impuestos, planea la producción de
petróleo, etc., como cualquier institución central que gobierna un territorio. O dicho de otra manera,
como un Estado. Y sería insólito ver a un Estado disolverse en una democracia directa local.

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