domingo, 16 de junio de 2019

ROJAVA: REALIDAD Y RETÓRICA 4

GILLES DAUVÉ & TRISTAN LEONI / 2015
Traducido por A.K. y Agintea Hausten.
Publicado originalmente en Troploin en febrero de 2015




¿Un pueblo sin clases?

Tal y como suele ocurrir en situaciones similares, el imperativo de la auto-defensa contra un peligro
mortal (ISIS en este caso) ha llevado a los kurdos a formar un frente común, tanto en el sentido de
acción conjunta como en el del término político del siglo veinte del frente popular. La solidaridad
ha propiciado una suspensión temporal de las diferencias sociales, pero no su destrucción.
Nadie sostiene que la población conocida como ‘los kurdos’ sea tan afortunada como para ser el
único pueblo del mundo viviendo en armonía. Como otros pueblos, los kurdos se dividen en grupos
con intereses enfrentados: en clases sociales. Y si clase social suena demasiado a marxismo,
divididos entre dominantes y dominados. Por tanto, si una gran revuelta social está de camino en
Rojava, cómo y cuándo se va a derrocar a la clase gobernante? Es bien sabido que los grupos
dominantes son conocidos por echar mano de todos los medios disponibles, incluyendo la lucha
armada, para manenterse en el poder. ¿Qué lucha de clases les ha derrocado entonces en Kurdistán,
e iniciado el cambio?
A pesar de que un acontecimiento tan excepcional tiene pocas probabilidades de pasar
desapercibido, aquellos que creen en la ‘revolución’ de Rojava no sugieren respuesta alguna. La
cuestión se ignora, o casi. De hecho, sí que tienen una explicación, que resume David Graeber:
“(…) los rojaveses lo tienen bastante fácil en términos de clase, porque la burguesía real, tal como
existía en una región principalmente agraria, escapó con el colapso del régimen baaz. Sí que tendrán
un problema a largo plazo si no trabajan en un sistema educativo que asegure que un estrato
tecnócrata y desarrollista no intente tomar el poder, pero entretanto, es entendible que se centren de
manera más inmediata en asuntos de género.”
Graeber tiene el gran mérito de reflejar condensado el pensamiento de una gran porción de la
opinión radical. Lo que nos cuenta aquí, es que, aunque las cuestiones de género y clase son
importantes, la prioridad a día de hoy de Rojava es el género, porque el asunto de las clases sociales
ha sido (al menos temporalmente) solucionado con la huida de la clase gobernante. Los que se han
quedado son la gente común, simplemente el pueblo. Puede que en Rojava estén en apuros, pero
han conseguido algo a lo que los reformistas radicales de Occidente apenas apuntan: unir al 99% de
la población.
Pero D. Graeber confunde la clase social con las personas que la componen. Por supuesto que una
clase social son personas de carne y hueso, pero es mucho más que eso: son relaciones sociales. No
es que la burguesía desaparezca donde los individuos burgueses hayan huído. En los tiempos de la
Comuna de París, la clase dominante abandonó la ciudad, pero su estructura de poder se perpetuó en
esos dos meses ya que las arcas del Banco de Francia y sus millones de francos no sufrieron ningún
intento de confiscación por parte de los comuneros, y sobre todo porque continuaron la economía
monetaria y el trabajo asalariado. En Rojava no hay señal alguna de que las clases bajas se hayan
deshecho de la economía de mercado y el sistema salarial.
Los entusiastas de Rojava hablan mucho acerca de empoderamiento y cambios en la esfera
doméstica pero nunca mencionan las transformaciones de las relaciones de explotación. A lo sumo,
muestran ejemplos de cooperativas textiles, agrícolas, de comercio o de construcción (que nos
enteramos de que compiten con el negocio privado), pero nunca leemos sobre experimentos de
colectivización. Los pozos petrolíferos están operativos otra vez, se ha improvisado una refinería,
pero tampoco sabemos nada de las personas que trabajan allí.
Los organismos de gobierno están organizando una transición del monocultivo a la autosuficiencia
de comida. La tierra que era en origen de propiedad estatal está siendo distribuida en cooperativas
agrícolas, los productos se venden a la administración o en el mercado bajo precios regulados y hay
ayudas para el pan. “Hay mucho contrabando” cuenta Becky. Esto ha sido confirmado por otros
visitantes, y es algo que no sorprende: en las regiones que carecen de fronteras fijas y que se
encuentran devastadas por la guerra y la necesidad, los contrabandistas son comerciantes
transfronterizos ilegales. El alcance del contrabando es muestra de la resistencia de una economía
mercantil, con sus empresarios contratando una fuerza de trabajo mal pagada para ello. Donde hay
compraventa, los seres humanos -fuerza de trabajo- también son comprados y vendidos. No hay
igualdad alguna aquí, y ciertamente poca crítica de género.
Como escribe Janet Biehl, defensora de la ‘revolución’ de Rojava: “algunos rojavanos tienen
salarios, pero muchos trabajan de manera voluntaria, aunque otros aún sacan lo necesario de,
digamos, una vaca’’ Entretanto, se paga poco o ningún impuesto sobre la renta y los beneficios del
gobierno vienen del petróleo. En otras palabras, algunos rojavanos reciben un salario, otros viven
del dinero que sacan de otros lados, otros viven bajo una economía de subsistencia, y el no-Estado
vende petróleo. De una manera u otra, el dinero impregna todas las esferas de la sociedad de
Rojava.
Por lo general, los mercados están abiertos a los clientes en horario habitual, y el comercio y la
artesanía funcionan, lo cual constituye una mejoría inmensa sobre la situación anterior. Zaher Bader
visitó Cizira en Mayo de 2014 y cree que una revolución se está desarrollando en el Kurdistán sirio:
“Antes de que saliéramos de la región, decidimos hablar con los tenderos, empresarios, vendedores
de puestillos y compradores del mercado para escuchar sus opiniones, que tan importantes eran para
nosotros. Todo el mundo parecía tener una opinión muy positiva sobre el DSA y el Tev-Dam.
Estaban felices de que hubiera paz, seguridad y libertad y de poder llevar sus negocios sin
interferencias de partidos o demás agrupaciones”
¡Al fin hemos encontrado una revolución que no asusta a la burguesía!
O tal vez todo dependa de qué sea la clase burguesa. Si D.Graeber se reserva el término para la capa
más alta de la élite gobernante, entonces está en lo cierto: probablemente queden muy pocos
comerciantes de grandes capitales o banqueros mercantiles que residan actualmente en los tres
cantones de Rojava. Por tanto, para Graeber, no hay clase de la que hablar, sino tan sólo personas.
Sin embargo, un hombre que regenta una empresa de transporte con una flota de 5 camiones y que
emplea una fuerza de trabajo de 15 personas, es burguesía. Y Rojava es una sociedad de clases. La
tesis de ‘revolución social’ se va desmoronando, pero sus defensores apenas maquillan los hechos:
sus propios informes ofrecen evidencias suficientes para refutar lo que aseguran. El error está en no
hacerse la pregunta adecuada:
“La situación tiene también algo en común con la trayectoria de otras luchas alrededor del globo en
los últimos años. El Estado, ahora un agente del capitalismo global, es visto como el culpable por
los movimientos de clases proletarias y medias. Asimismo, se ve la nación como la fuerza para
oponerse a ello y las luchas se organizan bajo la ideología del ciudadanismo (con las jerarquías de
raza y género que ello presupone). La transformación que está tomando lugar en Rojava se basa en
cierta medida en una identidad radical kurda y sobre un sustancial contingente de clases medias que,
a pesar de su retórica radical, preservan el tienen interés en la continuidad del Estado y el Capital.”
(Becky)


¿El poder para el pueblo?


El día a día se determina por las relaciones de producción. Tal y como acabamos de ver, las
comunas autogestionadas de Rojava y los órganos de base están bajo influencia de empresas, tanto
grandes como pequeñas.
“Cuando los dioses quieren castigarnos, responden a nuestras plegarias’’ escribía Oscar Wilde.
Rojava cumple el sueño de los teóricos del empoderamiento popular gradual. El ‘’Cambiar el
mundo sin tomar el poder’’ de J.Holloway parece materializarse en el Kurdistán Sirio. Se supone
que la sociedad se ha de transformar desde abajo a través de una variedad de cambios graduales,
que han de dejar a los de arriba inofensivos, hasta que desaparezcan. Por eso la policía de Rojava no
es tal. Tan sólo puede ser una no-policía, una anti-policía. D. Graeber dice así:
“En última instancia -y ésta es la clave- las fuerzas de seguridad responden a las estructuras de
abajo arriba, y no de arriba abajo. Uno de los primeros lugares que visitamos fue la academia de
policía (…) Todos tenían que tomar cursos de resolución de conflictos no violenta y de teoría
feminista antes de que se les dejara tocar una pistola. Los co-directores nos explicaron que el
objetivo final era darle a todo el país seis semanas de entrenamiento policial para finalmente poder
eliminar a la policía”
Pero no se trata de mofarse, sino de saber sobre qué se construye esta ingenuidad: la creencia de que
no hay nada que temer de las fuerzas represivas -originales o nuevas- de Rojava, porque el poder
real está en la gente a nivel de base, en la comunas y los comités locales. Por eso, no importa lo que
sea que hagan los oficiales del gobierno, ni importa en qué maniobras políticas se metan los
aspirantes a líderes: nosotros somos la policía.
No se puede negar la existencia de redes en pueblos y barrios (a menudo multiétnicas), o de
colectivos de mujeres, que tratan muchos problemas, tanto triviales (disputas) como importantes
(escuela, sanidad, comercio local), así como las necesidad de la guerra. Ésto es un componente
indispensable de la revolución social. Pero en las circunstancias presentes, ésta forma de gobierno
de las comunidades funciona en paralelo a una estructura central que funciona como dirección
política del país. ¿Quién decide qué cosas? ¿Quién manda aquí? Esa es la cuestión. La autonomía de
la comuna está segura mientras no se ejerza, mientras no compita con el gobierno. Administrar es
una cosa, pero la toma de decisiones importantes es otra. Y nada apunta a que los municipios tengan
algo que decir en lo que respecta a formular políticas. Llamar a éste régimen “Administración
democráctica de autogobierno” cambia poco más que las palabras. Y por lo que respecta al plan de
llevar a cabo elecciones libres tan pronto como sea posible, es todo lo bueno que la democracia
parlamentaria puede llegar a ser.


Mujeres armadas


Supongamos que cambiamos los nombres y fechas… Gran parte de la admiración por Rojava hoy
en día, sobre todo hacia lo que es visto como una crítica radical de género, habría sido la misma en
los años treinta hacia la vida fraternal e igualitaria de las pequeñas comunidades sionistas en
Palestina. En aquellos días también, defensores y visitantes estuvieron asombrados por el rol
completamente nuevo que tomaron las mujeres.
En los primeros kitbbutzim, la igualdad entre sexos no era meramente el resultado de ideas
progresistas y socialistas. Las necesidades materiales (agricultura y autodefensa) exigían que no se
privara a la comunidad de la mitad de su fuerza de trabajo y militar. Para que las mujeres tomaran
parte en estas tareas (militar y agraria) se tenían que liberar de los deberes ‘femeninos’, por lo que
los hijos se criaban de forma colectiva, para la novedad de unos y el asombro de otros.
En Rojava no hay evidencia de que éso se esté dando. Que haya mujeres soldado no significa que se
haya acabado con la dominación masculina (y si lo hiciera, Israel sería uno de los países del mundo
con más igualdad entre sexos). Z.Baher, un defensor de la causa de la ‘revolución’ de Rojava,
escribe primero: “Hay una igualdad total entre hombres y mujeres” y prosigue, media página más
tarde: ‘’No he visto a una sola mujer trabajando en una tienda, estación de petróleo, mercado, café o
restaurante’’ En los campos de refugiados “autogestionados” a lo largo de la frontera en Turquía, las
mujeres kurdas se ocupan de los hijos mientras los hombres van a buscar trabajo eventual.
El carácter subversivo de un movimiento u organización no se mide por la proporción de mujeres en
armas. Tampoco su carácter feminista. Desde los años sesenta la mayoría de guerrillas han usado o
aún usan un gran número de mujeres, como en Colombia, por ejemplo. El 25% de las tropas
sandinistas eran mujeres, cosa que no trajo la liberación de éstas, ya que el aborto es absolutamente
ilegal a día de hoy en Nicaragua. La presencia femenina también es una característica típica de la
guerrilla maoísta. En Nepal, Pero y las Filipinas, la estrategia de la Guerra Popular Prolongada
aboga por la igualdad entre mujeres y hombres como medio para echar abajo los lazos tradicionales
(familiares, feudales, tribales) que son siempre patriarcales. El objetivo no es emancipar a la mujer,
sino reemplazar la dominación que ejercen los ancianos de la aldea por el mandato de los cuadros
del partido. En cuanto al PKK-PYD, el importante papel que juegan las mujeres se debe no tanto a
la influencia de las teorías feministas como al origen maoísta del partido.
¿Por qué se toma con tanta alegría a la mujer en armas como símbolo de liberación, incluso hasta
minusvalorar por qué está luchando?
Si la fotografía de una mujer empuñando un lanzacohetes puede ser portada de la prensa occidental
y las revistas radicales, es porque rompe con el mito (ya en declive) de que la mujer es por
naturaleza pacífica y pasiva. El derecho a usar armas (incluso de caza) ha sido durante largo tiempo
privilegio masculino, así que revertir la tradición es visto como prueba de la excepcionalidad y
radicalismo de un movimiento. El estereotipo del héroe macho da una imagen desagradable,
mientras que la imagen romántica de una luchadora por la libertad todo lo contrario. A los
antimilitaristas no les molesta tanto la guerra civil cuando las mujeres van al frente. Estas mujeres
son algo así como las redentoras de la lucha armada: la revolución brota del cañón del kalashnikov
empuñado por una mujer. Y eso por no mencionar la fantasía de la mujer vengadora, que empuña
las armas por una buena causa, disparando a sexistas y violadores. El vigilantismo también se
redime cuando se pone en manos de las mujeres, como en el Ms.45 de Abel Ferrara, una película de
1981 que trata sobre la venganza por una violación.
¡Qué Occidental es todo ésto! En muchas partes del mundo, las mujeres soldado han sido y aún son
bastante comunes, incluso en roles de combate o como tropas de choque. Era un batallón de mujeres
rusas el que protegía el Palacio de Invierno en Octubre de 1917, en la Segunda Guerra Mundial el
Ejército Rojo tenía conductoras de tanque, francontiradoras, etc. Las mujeres en armas son sólo una
rareza para las mentes occidentales.
Y vamos a añadir que el ejército de Assad y el ISIS también tienen unidades exclusivamente
femeninas, pero a diferencia de los kurdos, ignoran la crítica de género y no las usan en primera
línea de combate, sino para labores de policía o de apoyo.


Llamada a las armas


Es ciertamente curioso que algunas agrupaciones e individuos propensos a denunciar el complejo
militar e industrial ahora llamen a armar Rojava contra el ISIS, si recordamos que en 1999, durante
la guerra de Kosovo, algunos anarquistas apoyaron los bombardeos de la OTAN en Serbia… para
prevenir el genocidio.
¿De dónde y de quién han de venir esas armas? El proletario medio no tiene rifles de asalto o
granadas para pasar de contrabando a Kurdistan. ¿Debería ponerse en contacto con los traficantes
de armas internacionales?¿O deberíamos esperar que los poderes occidentales mandaran a Rojava
armamento adecuado? Las entregas han empezado a una escala modesta. ¿Deberíamos presionar a
EEUU, Francia e Inglaterra para que hicieran algo más? ¿Con qué medios? Las manifestaciones
libertarias no resuenan tanto como para llegar a la Casa Blanca. ¿Y a qué precio político para los
que lo piden? Nadie contempla la posiblidad de organizar Brigadas Internacionales, aunque ISIS ya
tenga las suyas.
Así que, cuando se habla de apoyo militar a Rojava contra el asalto yihadista, ¿de qué se está
hablando exactamente? Puede significar o bien palabrería vacía o solo otra cosa, que es pedir más
ataques aéreos de Occidente. ¿Cómo y dónde? Las bombas y los misiles rara vez caen sobre una
columna de vehículos yihadistas en el desierto, y lo hacen más frecuentemente sobre un vecindario
tomado por éstos, con los ‘daños colaterales’ que conlleva inevitablemente. No hay tal cosa como
los ataques de precisión quirúrgica. Según el Pentágono, los ataques de la coalición han matado a
6000 luchadores de ISIS entre septiembre 2014 y enero 2015. Tal vez algún día nos enteremos de
cuántos civiles kurdos han muerto al mismo tiempo.
Las matanzas masivas no son, evidentemente, algo que anhelen aquellos que llaman a las ‘armas
para la resistencia kurda’. Por eso es palabrería vacía, una actitud. Esa es tal vez la peor parte de la
historia; que en Oriente Medio haya un esfuerzo por autoorganizarse y autodefenderse, genuino
pero incapaz de trascenderse a sí mismo debido a las circunstancias hostiles, y que este esfuerzo
sirva a Europa y Norteamérica como pretexto para movilizaciones y eslóganes que nadie espera que
lleven a la acción.
Además, los supuestos realistas pasan por alto un factor eminente. Claramente la derrota militar
condena a la revolución al fracaso: la Comuna de París fue aplastada por el ejército burgués. Pero
ganar la guerra tampoco es la solución a un problema social irresuelto: la victoria bolchevique en la
guerra civil estableció la dominación de una nueva clase explotadora. Suponiendo que las tropas del
ISIS fueran aplastadas por las bombas y misiles estadounidenses, franceses, británicos, jordanos,
etc. y suponiendo también que el disfuncional Estado sirio permitiera sobrevivir a Rojava, ¿qué
revolución permanecerá como tal si necesitara de la asistencia de imperialistas y dictadores?
Radicalismo mainstream
No nos sorprende la posición que han tomado algunos sectores libertarios que siempre han asumido
los planteamientos de liberación nacional. Lo que nos aflige más es la actitud a menudo acrítica de
un gran círculo de camaradas anarquistas, okupas, feministas, comunistas libertarios, o incluso de
otros amigos que sabemos que son más críticos.
Ese entorno tiene la capacidad de iniciativa y energía personal, pero hay una debilidad( en lo que se
podría llamar ‘’radicalismo mainstream’’. En lo negativo, podría caracterizarse por el rechazo a las
instituciones y mediaciones que obstaculizan su camino a la emancipación: Estados, partidos,
sindicatos, parlamentos, burocracia, y también de un “periodo de transición” intermedio entre
capitalismo y comunismo, e incluso de las clases sociales, en tanto que se perpetúan a sí mismas en
una lucha interminable.
En los positivo, se centra en el empoderamiento, la autoorganización, la democracia directa y
revolucionar la vida diaria, lo que se extiende a toda forma de dominación, y de manera notable, al
la cuestión de género.
Como resultado, la desconfianza -perfectamente justificable- en la promesa futura de un mundo
nuevo se transforma en la tendencia a creer que el mañana es hoy, suponiendo que las personas ya
están transformando sus vidas aquí y ahora, y aparentemente se autogobiernan. Al mismo tiempo la
desconfianza hacia la política de altos vuelos se desarrolla en unas medidas concretas desde abajo,
incluso a pequeña escala, suponiendo que permita a la gente reconstruir sus vínculos sociales.
Bastantes textos sobre Kurdistán examinan Rojava exclusivamente desde el punto de vista de los
logros locales, lo que el pueblo de Rojava consigue llevar a cabo en las calles, las escuelas
comunales, las clínicas de distrito y el pequeño parque mencionado por Z.Bader (todos ellos
componentes necesarios de una revolución social), sin preocuparse mucho por el liderazgo del PKK
y el PYD. Esto es así porque para estos analistas los logros locales son más importantes que los
líderes políticos y, de hecho, son los que determinan la política de Rojava. Su prioridad son las
dinámicas de abajo-arriba, pero interpretan Rojava como si los de abajo mandaran sobre los de
arriba. ¿Qué podríamos entender de la Italia de 1977 si los acontecimientos fueran vistos solo desde
el ángulo de las asambleas generales, huelgas salvajes, disturbios y proclamas revolucionarias,
llegando casi a desechar a los sindicatos, partidos comunistas, la negociación política y las fuerzas
del Estado? Rojava es, a tiempo presente, un intento de construcción nacional. Los radicales lo
malinterpretan como un intento de construcción comunitaria.
En el pasado, el marxismo y la extrema izquierda se centraban en la producción y el trabajo: tomar
las fábricas, gestionar la economía, etc. Ahora, sin embargo, la revolución se ve cada vez más y más
como un asunto de comportamiento: autoafirmación, autoorganización, el énfasis puesto en el
género, la ecología, la multiculturalidad, reconectar, encontrarse, debatir. Se plantea la revolución
en términos societarios más que en términos sociales: la palabra se ha extendido mientras que su
significado se ha restringido. Lo societario se convirtió en tendencia al apagarse las esperanzas
radicales. Lo societario es cuando no puedes alterar las estructuras sociales. El cambio social es
poner final a la dominación masculina, el cambio societario es la paridad sexual.


¿Qué critica al Estado?


Si lo que molesta a los radicales en la liberación nacional es el objetivo de crear un Estado-Nación,
el momento en que un movimiento nacional se proclame no estatista o antiestatista y sea lo
suficientemente convincente a estos efectos, los radicales ya no se opondrán a la liberación
nacional. Por tanto la única necesidad de los radicales es considerar a la Nación -suponiendo que
permanezca sin Estado- como nada más que el pueblo. ¿Y quién podría estar en contra del pueblo?
El pueblo somos nosotros, todos menos el 1%. El pueblo es el 99%.
Y aquí es donde el pensamiento libertario se queda corto. La oposición directa al Estado es uno de
los fundamentos anarquistas, y de ahí su indudable mérito. El problema está en que la hostilidad
incondicional hacia el Estado es compatible con una perspectiva no revolucionaria, por ejemplo
con una visión de cambio progresivo. De las tres figuras principales del anarquismo del siglo XIX
-esto es, Proudhon, Kropotkin y Bakunin- sólo Bakunin ha mantenido que era necesario un
momento de ruptura con la continuidad histórica, de una ruptura constructiva/destructiva con el
pasado. Proudhon fue, de manera insistente, hostil a la revolución, mientras que Kropotkin llegó en
1899 a la idea de que “(…) la resistencia con la que el movimiento hará frente a las clases
privilegiadas apenas tendrá el carácter obtusamente obstinado que ha hecho ser tan violentas a las
revoluciones del pasado”. Sus opiniones más tardías fueron bastante ambivalentes enlo que respecta
al tema. Aunque menciona un ‘’periodo revolucionario’’, no está claro en sus escritos si “las
agencias constructivas de apoyo mútuo” podrían -o no- crecer dentro del capitalismo hasta alcanzar
una masa crítica que les permitiría de manera casi natural reemplazar el sistema capitalista por otro
comunista. No hace falta mencionar que el marxismo desarrolló una tesis similar del capitalismo
socializándose a sí mismo hasta el punto de convertirse inevitablemente en socialismo.
El planteamiento progresista gradual no es incompatible con el anarquismo. Por eso no es
inadecuado que un gradualista como D.Graeber se etiquete como ‘anarquista’. Para él, las
comunidades transfronterizas se pueden desarrollar thastaque las fronteras resulten inútiles, y causar
la “disolución gradual de la burocracia del Estado-Nación’’. La palabra clave aquí es burocracia:
cuando cualquier cosa (trabajo, dinero, guerra, negocios) se gestiona democráticamente, su
naturaleza cambia con ello.
La debilidad del anarquismo está en considerar al Estado especialmente como instrumento
coercitivo -lo cual ciertamente es- sin preguntarse por qué lo hace y cómo juega ese papel. Un
Estado es un aparato administrativo que garantiza la seguridad y mantiene la cohesión entre
intereses divergentes. Para los anarquistas, sin embargo, el Estado se identifica sobre todo con
autoridad vertical impuesta. Una vez estas formas de coerción visibles se esfumen, será suficiente
para algunos anarquistas para concluir que el final del Estado ha llegado o está en camino (no para
todos ellos, ni mucho menos). Una fuerza policial genuinamente comunitaria y “horizontal’’, por
ejemplo, no seguiría siendo vista como policía.
Los libertarios se quedan sin argumentos contra algo que se parece mucho a sus programas. Al
haber estado siempre opuestos al Estado y a favor de la democracia, el confederalismo democrático
y la autodeterminación social son vistos con buenos ojos. De hecho, el ideal anarquista es
reemplazar al Estado por miles de comunas y colectividades de trabajo federadas.
Sobre esta base, se hace factible para un internacionalista apoyar un movimiento nacional mientras
implemente la autogestión política, social y cultural, o la “reapropiación de lo común’’ en
terminología del siglo XXI. Como el PKK insiste en que no quiere tomar el poder, pero mientras
contribuye a un sistema en el que el poder se dispersa para que nadie lo pueda compartir, es bastante
fácil para un anarquista identificarse con ésto.

Perspectivas

El intento de una revolución democrática en Rojava, con sus consiguientes transformaciones
sociales ha sido posible sólo gracias a la excepcionalidad de las circunstancias: la caída de los
estados iraquí y sirio, además de la invasión yihadista, que constituye una amenaza mortal la cuál ha
acelerado el proceso de radicalización.
Tal y como están las cosas, una de las opciones es que el ISIS tome la zona por completo, lo que
causaría la disolución de Rojava como proto-Estado, relegando a la autonomía kurda a franjas
menguantes de terreno, con grupos guerrilleros aislados, volviendo así a la situación anterior a 2003
para los países de la región.
La segunda, y por ahora la más factible de las opciones, es que Rojava mantenga la posición con
apoyo militar occidental y que la república de Rojava sobreviva bajo la tutela internacional
suficiente como para navegar en las turbias aguas de un Oriente Medio en crisis (entre otros retos
estaría la guerra civil siria, al otro lado de la frontera. Paradójicamente, mientras se mantenga el
régimen de Assad, podría constituir un aliado, reacio y poco fiable, contribuyendo a la
incertidumbre de la situación). Un país recién creado como éste no sería más independiente que el
presente micro-Estado kurdo en el norte de Irak, bajo la protección occidental y, al igual que el
Gobierno Regional de Kurdistán, Rojava solo podría sobrevivir entrando en el juego de los grandes
poderes y empresas.
El petróleo sería tanto una ventaja como una limitación. Para un país pequeño y frágil, dividido
geográficamente en tres partes, la riqueza mineral no vale nada sin compradores y aliados
poderosos. En el momento en el que se escribe esto (N.del T.: febrero de 2015), hay sólo un
aeropuerto en Cizire, bajo control gubernamental sirio.
Este sería a la vez el mejor y peor escenario. Sin embargo, no importa cómo de democrática quiera
ser Rojava, incluso a pesar de la fuerte presión desde la base, la consolidación y normalización del
país solo puede defender aquello que es compatible con la democracia burguesa, es decir, lo que no
entre en conflicto con el trabajo asalariado, la circulación y acumulación monetaria, negocios con
capital extranjero, etc. El ‘socialismo en un solo país’ ruso fue imposible, de la misma manera que
lo es el confederalismo democrático, sea lo que sea lo que signifique. Todas las conquistas sociales
con potencial subversivo serán paradas, y en el mejor de los casos (aunque puede que sea pedir
demasiado), habrá elecciones libres, poca corrupción, algo de respeto por los derechos humanos,
autoadministración local para los asuntos locales, un sistema sanitario mejor que el de los países
vecinos, una policía moderadamente represiva, una educación progresista, prensa libre (siempre que
no caiga en blasfemias), un Islam tolerante, y por supuesto paridad entre sexos, tal vez llegando a
haber una vicepresidenta. Y nada más. Seguramente sea suficiente para que los que creen en la
revolución de Rojava continúen haciéndolo. La realidad nunca desmotiva a los devotos y cuando su
teoría se demuestra falsa por los hechos, los rechazan también. “¡Sed más dialécticos!” dicen.
“Ignorad el presente: todo lo que hoy pinta mal, en el pasado lo hacía aún peor, pero mañana
mejorará…”.
Y en lo que respecta al conflicto entre organismos autoorganizados y el aparato político que los
supervisa bajo el ojo vigilante del PKK, nos surge una cuestión de nuevo: ‘¿Quién lleva realmente
las riendas del poder?’ No hay ‘dualidad de poderes’ en Kurdistán, ni hay poder proletario desde
abajo que compita por el mando contra una estructura política de arriba. La supervisión del PKK
acepta a las colectividades municipales de autogobierno que le dejan a cargo de las decisiones
importantes y que solo autogestionan la vida diaria, esto es, que la población no altere el balance de
poder real. En la España del 36 los principios de la revolución sucumbieron a la guerra. En Rojava
la guerra permanece y a pesar de los genuinos esfuerzos de los proletarios kurdos de tomar los
problemas en sus manos, no hay nada que demuestre la incipiente llegada de una revolución.



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